miércoles, 29 de junio de 2011

La lesbofobia ataca de nuevo (como siempre), artículo de Itziar Ziga

Reproduzco íntegramente el fantástico artículo publicado ayer por Itziar Ziga, tanto en su blog "Hasta la limusina siempre" como en el magazine feminista Pikara, con motivo del 28J:

La lesbofobia ataca de nuevo (como siempre)

"Ni permiso ni perdón." (Nagore Iturrioz)
 
Hace a penas unos meses, en un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme, estábamos unas amigas y yo pasando la tarde alegremente. Embriagadas por las cervezas y por nuestras risas. Algunas de ellas querían ir a un bar que ya no frecuento, ni frecuentaré jamás. A pesar de que la vez anterior que había estado allí con mi novia, sufrimos una agresión muy salvaje de un machorro y nadie nos apoyó, decidí acompañarlas. Supuestamente, ese es un bar guay donde las lesbianas podemos mostrarnos libremente y las mujeres bailar tranquilas. Éramos seis. Entramos, pedimos nuestras bebidas y antes de que nos las sirvieran, ya había un tío revoloteando a nuestro lado e imponiéndonos el contacto con él. Esa tarde estábamos tan contentas que no respondimos a la primera, simplemente, no interactuamos con él. Es decir: le ignoramos. Se fue poniendo más pesado, invadiendo nuestro círculo, clavándonos su mirada insistentemente y diciéndonos cualquier gilipollez que también he olvidado.. Entonces vino una chica que estaba con él, al parecer su novia, y nos soltó: “¿Por qué sois tan bordes con él? Lesbianas de pelo rapado amargadas que no folláis.” Ahí sí que respondimos, verbalmente. No merece la pena entrar en más detalles pero las gafas de sol de una de mis amigas terminaron en el suelo aplastadas por él, o por ella, no recuerdo. Ese fue el primer asalto físico contra nosotras. Acabamos pegándonos en la calle con ellos dos, con otra pareja hetera amiga de ellos y con todo el barrio contra nosotras. Ellos y ellas tenían un aspecto de modernillos que no delataba para nada su enfermiza lesbofobia. Y ninguna de nosotras llevamos el pelo rapado, al menos toda la cabeza.

Siento comenzar este artículo con tal mal rollo, pero así muchas veces es nuestra vida. No nos perdonan que no acatemos el heterodestino, que no tengamos un maromo, o simplemente un chico, a nuestro lado. Cuando nos agreden y respondemos, siempre somos nosotras las violentas porque, como disidentes, defendernos no nos está autorizado. Tenemos que seguir pagando por nuestra herejía lésbica. Y, sobre todo, por no escondernos, armarizarnos. Por ser visibles. ¿Creíais que esto ya no pasaba? Vivimos tiempos complicados.
Por un lado, probablemente el mejor contexto social para la diversidad sexual que se haya dado jamás. Ganado a pulso por el movimiento feminista y lesbianista. Sin duda. No nos han regalado nada. Y, como siempre, la reacción de la bestia contra esa amenaza que, por el simple hecho de existir como bolleras, suponemos para su modelo hegemónico heteronormativo, en el que se sustentan el patriarcado y el capitalismo. Este es un repaso a las nuevas, y no tan nuevas, caras de la lesbofobia. Porque chicas, hermanas, la guerra continúa. Eso sí, nosotras siempre nos lo pasamos mejor.